miércoles, 8 de octubre de 2008

En las últimas semanas...

“La crítica es el arte de amar. El fruto de una pasión que no se deja devorar por ella misma, sino que aspira al control de una vigilante lucidez. Consiste en una búsqueda incansable de la armonía en el interior del binomio pasión-lucidez. Si uno de los dos términos se impone al otro, entonces la crítica pierde una gran parte de su valor. Una vez más, es necesario que integre esas dos fuentes de energía. Es evidente que entre sus propósitos no está el de entretener al lector con esos parloteos propios de tantas gacetillas. De críticos, en esos casos, no tienen más que el nombre, y, menospreciando el sentido de la palabra, degradan su función y humillan a quienes la practican. Considerar el cine (puesto que es el arte del cual hablamos) como un tema de conversación y solamente como tal, me parece incalificable. Considerarlo únicamente como un objeto de interés personal (como ganapán, como ocasión de hacerse un nombre y medrar, como posibilidad de vender un guión o sencillamente venderse), o bien utilizarlo para llevar a cabo un combate ideológico, político o religioso que le sea extraño, en resumidas cuentas, inflar el yo o una causa, aunque sea la más noble, en detrimento del cine, revela una deshonestidad intelectual básica.” (El arte de amar, Jean Douchet, “Cahiers du cinéma”, nº 126, diciembre, 1961.)


Aún nos siguen llegando adhesiones. Cineastas como Luis Ospina, críticos como Juan Francisco Gacitúa, Leonardo D'Espósito de El Amante, o Antoine Thirion y Ludovic Lamant de Cahiers du Cinéma, más lectores del diario como Juan Arteaga Villar.